domingo, 30 de enero de 2011

Nuestros mayores.

Hoy he leido un texto que me ha hecho reflexionar sobre nuestros "mayores" y el día que lo seamos nosotros.
Sobre nuestras personas queridas, que con el paso del tiempo llegan a convertirse en esos niños que fueron hace muchos años, pero con mucha más edad, en el habla, los movimientos y las percepciones.

En la forma que tenemos de atenderlos y la importancia que les damos.
En la injusticia de aquellas leyes que
quieren quitarlos "de enmedio" porque creen que ya no aportan nada, "y es mejor hasta para ellos".

En la necesidad de educar a nuestros hijos y nuestros jóvenes en el respeto a nuestros mayores (en Andalucía decimos que "vieja es sólo la ropa").

En amarlos hasta cuando no los entendamos. En mirarlos desde el prisma del amor y la perspectiva de todo lo que hicieron por nosotros (aunque las formas, por ser un tiempo distinto, fueran distintas).

En seguir aprendiendo hasta de sus lentos movimientos. De su mirada acristalada. De su sonrisa perdida. De su bastón reposado en una esquina. De su lento paseo con su clásico sombrero.

De sus rabietas incomprendidas de "abuelo". De su forma de no entender "este tiempo". De sus asperas manos que se unen cariñosamente con las tiernas de nuestros niños.

Seguir aprendiendo de ellos. Seguir contando con ellos. Seguir amandolos a ellos, aun cuando creamos, equivocadamente, que no nos aportan nada.

Creo que aprendimos mucho con los últimos momentos de Juan Pablo II, cuando veíamos que detrás de un cuerpo impedido, se encontraba una mente lúcida, activa, constructora y plenamente creativa. Y sobretodo, un alma llena de amor, que derrochaba amor y transmitía amor, a los demás y a Dios.

Os dejo con esta narración que he leido:

"El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.

Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño para que te durmieras tuve que contar
te miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño te ayude y es
tuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora.


Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.

Cuando en algún momento mientras hablamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mi; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Se cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir. Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.

Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuanto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.

Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.


N
o te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío.

Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti"


Tomado de Interrogantes.net

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