martes, 26 de abril de 2011

BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II

El auténtico acontecimiento de esta semana (no se dejen engañar por bodas de marketing y "partidos del siglo"), es sin duda alguna la beatificación de Juan Pablo II el próximo día 1 de Mayo en la Basílica de San Pedro del Vaticano por Benedicto XVI.

Muchos somos los que no podremos olvidar la fecha del 2 de Abril de 2005, cuando Juan Pablo II se abrazó definitivamente con el Padre celestial, con su Jesús de la Misericordia, o de la Divina Misericordia, al que tanta devoción tenía.

Recuerdo aquellas horas en las que ya todos esperábamos lo peor, y en las que la gente se agolpaba en la Plaza de San Pedro acompañando a este Papa amigo en su pasión particular.

Recuerdo que andabamos cerca de Plaza Nueva, y que al enterarnos acudimos a la Catedral de Granada, por si la abrían y se hacía algún tipo de oración o plegaria. No fuimos los únicos. Muchos fieles se acercaron y se encontraron, como nosotros, la puerta cerrada. Esperamos por los alrededores, pero al final acabamos cada uno en nuestra casa con nuestra oración interior y pegados al televisor empapandonos llenos de amargura de todo lo que rodeaba a la muerte de "nuestro Papa".

Y es que, como he comentado con mucha gente, Juan Pablo II había sido siempre "nuestro Papa". Lo era en primer lugar porque prácticamente no habíamos conocido a otro. Alcanzó su pontificado en 1978 (cuando nació mi mujer y mi hermano), y cuando yo contaba con 5 años, o sea, que desde que tuve conciencia como miembro de la Iglesia, él había sido su cabeza. 27 años de Sumo Pontífice.

Pero además era también "nuestro Papa", por su cercanía, porque vivimos nuestra juventud con su mirada alegre que nos hacía muy cercanos la figura del sucesor de Pedro. Porque con su forma de llegar a la Iglesia militante, y muy especialmente a los jóvenes, descubríamos la mano del Viario de Cristo en la tierra, y a toda la Iglesia de una forma muy próxima.

Era "nuestro Papa", porque sabía cómo decirnos todo aquello que debíamos escuchar, porque nos hablaba al corazón con la voz de aquel que te quiere, porque sus consejos hacían mella en nuestra alma, porque encontrabamos en sus palabras la calidez del que confía en tí y cuenta contigo.

Era "nuestro Papa" porque tras su firme voz escuchábamos a Cristo, por su fuerza a la hora de defender el Evangelio "sin medias tintas", por su valentía a la hora de proclamar el amor de Dios en todas partes, por su firmeza a la hora de defender nuestra libertad de hijos de Dios, por su entrega a la hora de proclamar lo mucho que Cristo nos quiere y nos espera con los brazos abiertos del Padre de la parabola del hijo pródigo.

Fue "nuestro Papa" porque lo vimos entregandose en pos de "su misión" en la fortaleza de su juventud, en la humildad de su sacerdocio, en la plenitud de su papado, en la fe de sentirse arropado siempre por el Padre, en la debilidad de su vejez, y en el dolor de sus últimos días.

Fue "nuestro Papa" porque se abrazó a María durante todos sus días, y porque muy especialmente durante y después del atentado, fue abrazado por Ella.

Fue "nuestro Papa", porque nos trajo a todos los jóvenes la esperanza del Resucitado, la esperanza de algo superior a lo material, la fe de un Cristo Vivo en cada uno de nosotros, y la necesidad de llevar la caridad de un corazón lleno de amor a todo el mundo.

Fue el Papa que nos animó a "Cruzar el umbral de la esperanza", que nos gritó: "¡Levantáos!, ¡Vamos!", que nos habló del "Don y Misterio", que defendió la vida en todos sus estados, y que nos lanzó el mayor y el más ilusionante de los desafíos: "No tengáis miedo a ser santos".

Fue el Papa que nos conmovió, más allá de sus palabras, también con sus silencios. Dicen, quienes tuvieron la oportunidad, que era una de las experiencias más emocionantes verlo rezar en la intimidad de su oratorio. De ahí sacaba todas las fuerzas para la frenética actividad que llevaba, para la amplia vida pastoral y pontifical que desplegaba. En el sagrario se encontraba con Aquel que le daba la Vida, y frente al sagrario lo descubríamos "En Casa". Precisamente aquí en Granada lo recordamos orando en la Basílica ante Nuestra Patrona, la Virgen de la Angustias en una imagen inenarrable.

Fue el Papa viajero, el Papa de los jóvenes, el Papa de las familias, el Papa de las canonizaciones, el Papa de la cercanía, el Papa de la Nueva Evangelización, el Papa que ayudó a derribar "el muro", y para los cofrades granadinos fue el Papa que puso un Palio, el bendito Palio de María Santísima del Mayor Dolor, en la Plaza de san Pedro en lo que será una estampa maravillos para el recuerdo.

Pero además de pasar a la historia por todo esto y ser recordado como"Juan Pablo II el Magno", será sobre todo, y ante todo, "nuestro Papa", el Papa de nuestra juventud, el Papa con el que crecimos en la fe, el Papa que nos enseño a amar a nuestra Iglesia, con sus virtudes y sus pecados, el Papa que nos enseñó a coger con mano firme el crucifijo de Cristo y elevarlo sobre nuestras cabezas, sobre nuestros miedos, nuestras tristezas y nuestras limitaciones, como él mismo hizo en sus momentos mas dificiles.

Mi primer recuerdo de él fue cuando vino a Granada en su primera visita apostólica a España. Era solo un niño que acudía con la Parroquia de los Dolores como el que va de excursión. No recuerdo mucho de su homilia (aunque después la he releído en varias ocasiones, porque hablaba de los educadores. Si alguno la quiere se la puedo proporcionar.) Pero tengo grabada su imagen a su paso a nuestro lado en el papamovil.

Y además de su recuerdo en sus numerosas actividades, encuentros, homilias, intervenciones, vida litúrgica e inmumerables textos, recuerdo cuando estuvimos en Roma, cuando nos acercamos a su sencilla tumba y en aquel silencio, rodeados de innumerables fieles, nos sumergimos en la paz de aquel que está muy cerquita de Dios, después de haber hecho muy bien "su tarea", intercediendo por todos nosotros.

Joseph Ratzinger dijo de él en su funeral:

Sígueme” dice el Señor resucitado a Pedro, como su última palabra a este discípulo, escogido para apacentar a sus ovejas. “Sígueme” esta palabra lapidaria de Cristo puede ser considerada la llave para comprender el mensaje que viene de la vida de nuestro llorado y amado Papa Juan Pablo II, cuyos restos pondremos hoy en la tierra como semilla de inmortalidad, el corazón lleno de tristeza, pero también de gozosa esperanza y profunda gratitud. (...)

El Santo Padre ha sido sacerdote hasta el final, porque ha dado su vida a Dios por sus ovejas y por la entera familia humana, en una donación cotidiana al servicio de la Iglesia y sobre todo en las difíciles pruebas de los últimos meses. Así ha llegado a ser una sola cosa con Cristo, el buen pastor que ama a sus ovejas.

Y finalmente, “permaneced en mi amor”: El Papa que ha buscado el encuentro con todos, que ha tenido una capacidad de perdón y de apertura del corazón para todos, nos dice, también hoy, estas palabras del Señor: Habitando en el amor de Cristo aprendemos, en la escuela de Cristo, el arte del verdadero amor. ¡Sígueme!Nuestro Papa –lo sabemos todos– no ha querido nunca salvar la propia vida, tenerla para sí; ha querido darse a sí mismo sin reservas, hasta el último momento, por Cristo y así también por nosotros."

Muchas cosas podría decir de Juan Pablo II, pero todas esas cosas las sabeis. Este domingo, domingo de la Divina Misericordia de Jesús, que él mismo instauró en el Jubileo del 2000, será declarado beato, aquel que ya en vida sabíamos que era santo. "Santo súbito" proclamamos. No existe el tiempo cuando de amor se trata. Por eso tengamos un recuerdo especial este fin de semana hacia él. Pidamosle que interceda por nuestra vida, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra Iglesia, nuestro mundo. Y recordemosle de algún modo especial. Porque fue "nuestro Papa".

El Espíritu Santo nos ha dado otro gran Papa en Benedicto XVI, pero Juan Pablo II será siempre para muchos "nuestro Papa", el Papa de nuestra niñez y nuestra juventud. Aquel que recordaremos de un modo muy especial y muy distinto. Un Papa que preparó a otro gran Papa, Benedicto XVI.

No quiero terminar esta entrada con datos de sus viajes, sus documentos o los números de su Pontificado. Prefiero dejarles con esta anecdota, que he leido en Aciprensa, que refleja muy bien el resto de su vida:

"Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.

El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.

Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.

El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: "una vez sacerdote, sacerdote siempre". "Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero", insistió el mendigo. "Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso", dijo el Papa.

El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos."

Los videos y mejores momentos de la beatificación, aquí

Algunos enlaces interesantes:


ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL BEATO
JUAN PABLO II

Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al papa Juan Pablo II
y porque en él has reflejado la ternura de tu paternidad,
la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.

El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor,
indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria,
como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es tu voluntad, el favor que imploramos,
con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.

AMEN


Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Con aprobación eclesiástica

CARD. CAMILLO RUINI
Vicario General de Su Santidad
para la Diócesis de Roma


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