sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD

"y acontece, que en una época en que todos los hombres quieren ser dioses, viene DIOS y se hace hombre"

TE DESEO,
A TÍ Y A LOS TUYOS,
UNA MUY FELIZ NAVIDAD.
QUE EL NIÑO DIOS QUE NOS NACE HOY EN EL CORAZÓN DE CADA UNO,
TE COLME DE SU PAZ Y DE SU AUTÉNTICA
FELICIDAD, Y OS COLME DE TODA
CLASE DE BENDICIONES.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!



lunes, 19 de diciembre de 2011

EL ORIGEN CRISTIANO DEL ARBOL DE NAVIDAD

A continuación os pongo este interesante artículo que me ha recomendado un compañero del colegio, sobre el origen del arbol de Navidad:

"EL ORIGEN CRISTIANO DEL ARBOL DE NAVIDAD.

Desde tiempos muy antiguos, los pueblos primitivos introducían en sus chozas las plantas de hojas perennes y flores, viendo en ellas un significado mágico o religioso.

Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII.

San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana.

Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).

A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín.

Encendido por una ira santa, como Moisés ante el becerro de oro, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.

El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.

El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo).

Como estaba familiarizado con la costumbre popular de meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a casa un abeto. Este árbol representa la paz, y por permanecer verde simboliza también la inmortalidad; con su cima apuntando hacia arriba, se indica, además, el cielo, la morada de Dios.

ASPECTOS SIMBÓLICOS DEL ÁRBOL

Los árboles han tenido a lo largo de la historia un significado muy especial: en todas las culturas poseen aspectos simbólicos de carácter antropológico, místico o poético.

La idea extendida de los aspectos benéficos de los árboles para el hombre ha dado lugar a distintas leyendas y lo ha relacionado con sentidos mágicos y rituales.

En varias culturas el árbol representa el medio y la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hacia el cielo; por ello en ciertas religiones, sobre todo orientales, el árbol es signo de encuentro con lo sagrado, punto de encuentro entre el ser humano y la divinidad.

Otros significados ampliamente extendidos sobre los atributos mágicos del árbol concernían a la fecundidad, al crecimiento, a la sabiduría y a la longevidad.

SENTIDO CRISTIANO

El árbol de Navidad recuerda, como hemos visto, al árbol del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original; y por lo tanto recuerda a Jesucristo que ha venido a ser el Mesías prometido para la reconciliación. Pero también representa el árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de hoja perenne.

En palabras de Juan Pablo II: “En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere […] El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es ‘siempre verde’ si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca” (Juan Pablo II, Audiencia, 19 de diciembre de 2004).

La forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera), simboliza a la Santísima Trinidad. A las oraciones que se realizan durante el Adviento se les atribuye por un color determinado, y cada uno simboliza un tipo:

• El azul, para las oraciones de reconciliación.

• El plateado, para las de agradecimiento.
• El dorado, para las de alabanza.
• El rojo, para las de petición.
• Estos colores, junto con el verde del árbol mismo, tal vez sean los más tradicionales para los adornos navideños.

El árbol de Navidad y los regalos propios de estas fechas, son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes…

Por eso tiene un sentido cristiano la tradición de poner bajo el árbol los regalos de Navidad para los niños:

“Generalmente, en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda al ‘árbol de la vida’ (Cf. Génesis 2, 9), representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad” (Juan Pablo II, Ídem).

LOS ADORNOS NAVIDEÑOS

Los adornos más tradicionales del árbol de Navidad son:

Estrella: colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella que guió a los Magos hasta Belén.
Bolas: en un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas, representando con ellas las tentaciones. Hoy día, se acostumbra a colocar bolas o esferas, que simbolizan los dones de Dios a los hombres.
Lazos: Tradicionalmente los lazos representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que se desea dar y recibir.
Luces: en un principio velas, representan la luz de Cristo.

Como nos dice Benedicto XVI “al encender las luces del Nacimiento y del árbol de Navidad en nuestras casas, ¡que nuestro ánimo se abra a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! … Frente a una cultura consumista que tiende a ignorar los símbolos cristianos de las fiestas navideñas, preparémonos para celebrar con alegría el nacimiento del Salvador, transmitiendo a las nuevas generaciones los valores de las tradiciones que forman parte del patrimonio de nuestra fe y cultura”. (Benedicto XVI, 21 de diciembre de 2005)"

“En las próximas semanas el árbol de Navidad será motivo de alegría […] Su forma en punta, su color verde y las luces de sus ramas son símbolos de vida. Además, nos remiten al misterio de la Nochebuena. Cristo, el Hijo de Dios, trae al mundo oscuro, frío y no redimido, al que viene a nacer, una nueva esperanza y un nuevo esplendor. Si el hombre se deja tocar e iluminar por el esplendor de la verdad viva que es Cristo, experimentará una paz interior en su corazón y será constructor de paz en una sociedad que tiene mucha nostalgia de reconciliación y redención” (Benedicto XVI, Audiencia, 12 de diciembre de 2008).

FUENTE: PRIMEROSCRISTIANOS.COM

domingo, 27 de noviembre de 2011

Comienza el Adviento

Hoy comienza el Adviento. Hoy es el primer domingo de Adviento, tiempo de esperanza, de alegría, de oración y de caridad. Tiempo para preparar nuestra alma y nuestro ser para la llegada de Cristo, que está dispuesto a nacer en nuestros corazones y a reinar en nuestra vida.

El Adviento es tiempo de celebración y de penitencia. Tiempo de prepararnos para "La Gran Venida". De hacernos humildes para poder ver a Dios. Porque sólo desde la pequeñez podemos ver a Jesús, a Dios que se hace también pequeño.

Es tiempo para fomentar especialmente la oración, el encuentro personal con Él en los sacramentos, especialmente en la penitencia y la Eucaristía, tiempo para la caridad sincera, para el ayuno de tantas cosas que nos sobran y el acercamiento a los más necesitados (en especial de cariño, de cercanía, de amor, de compañía....).

El tiempo de Adviento es un tiempo para hacer de nuestra alma, un alma sencilla y entregada, como la de los pastores que acudieron al portal. Es tiempo de llenar nuestra alma de grandeza, de grandes ideales y horizontes, como la de los reyes que acudieron al santo pesebre. Es tiempo de ser servidores y portadores del mensaje de esperanza que nos viene, como hicieron los ángeles en Belén. Es tiempo de fijarnos a tres grandes figuras que deben ser nuestro faro en este tiempo, María Santísima, Isaías, y Juan el Bautista, portadores de la Nueva Nueva y pregoneros de Cristo en diversos momentos de la historia de la salvación.

Y sobre todo es tiempo de ir preparando nuestro corazón, nuestra alma, nuestro hogar, nuestro ambiente, como si se trataran de mismísimo pesebre donde va a nacer Cristo. Porque así es. Cristo ya no nace sólo en Belén, sino que para Cristo, cada uno de nosotros somos Belén, y ya está de camino.

Os dejo con esta imagen que he visto en internet, y que nos sirve para reflexionar sobre la venida de Jesús, y también para reflexionar y pedir por tantos niños que están por llegar y por tantos otros que subiran directamente al cielo, antes de nacer, por la falta de amor de nuestra sociedad.

sábado, 19 de noviembre de 2011

ORACIÓN

Para preparar y vivir el día de Cristo Rey, último domingo del tiempo ordinario y del año litúrgico, y para empezar a vivir y trabajar el Adviento en nuestro interior, qué mejor que hacer nuestra esta oración de la Beata Madre Teresa de Calcuta


ORACIÓN:

Líbrame, Jesús mío,
del deseo de ser alabada,
del deseo de ser popular,
del deseo de ser venerada,
del deseo de ser preferida,
del deseo de ser consultada,

del temor de ser humillada,
del temor de ser despreciada,
del temor de ser ofendida,
del temor de ser ridiculizada.


Ayúdame, Señor a tomarme tiempo para pensar,
tomarme tiempo para rezar,
tomarme tiempo para reír,
es la fuente de poder,
es la música del alma,

tomarme tiempo para trabajar,
tomarme tiempo para dar,
tomarme tiempo para ser amable,
tomarme tiempo para amar,
es el privilegio que nos da Dios,

es el camino hacia la felicidad.

Señor, Tú eres
el desnudo que debe ser vestido,
el sin techo que debe ser hospedado,
el enfermo que debe ser curado,
el abandonado que debe ser amado,
el no aceptado que debe ser recibido,
el insignificante que debe ser abrazado,
el ciego que debe ser acompañado,
el sin voz que necesita
que alguien hable por él,
el anciano que debe se servido.


Beata Madre Teresa de Calcuta

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El mundo y nuestros hijos

Este viernes hay una cita de gran interés en nuestra ciudad. A las 20 horas del próximo día 18 de Noviembre en el Aula de Cultura de Ideal interviene el profesor Leopoldo Abadía, en un acto en el que, además de hablar con su original y ameno estilo de la economía actual, presentará su último libro "36 cosas que hay que hacer para que una familia funcione bien".

D. Leopoldo Abadía, es un antiguo profesor de Economía del IESE que ronda ya los ochenta años y que un día escribió un artículo para explicar la crisis subprime de EEUU, que repartió entre amigos y empleados y que se convirtió en un auténtico fenómeno que pasó de email en email hasta que lo convencieron para que hiciera su propio blog. Rapidamente alcanzó las 200.000 visitas. El artículo en cuestión era "La crisis ninja", en el cual con un lenguaje original, ameno y sencillo explicaba cómo surgió la crisis inmobiliaria de Estados Unidos, y por qué esta se propagó por el resto del mundo.

Ahora el prestigioso profesor y autor de "La crisis ninja" y de "La hora de los sensatos" nos presenta su nuevo libro dedicado a la familia, algo de lo que un poco de experiencia parece tener, dado que es padre de 12 hijos y abuelo de 40 nietos.

El otro dia mi buena amiga Belén me envió un artículo de esos que se van reenviando de unos a otros de D. Leopoldo Abadía. Aunque lo conocía, lo agradecí y lo releí con placer.

El profesor Abadía se pregunta y contesta a la eterna cuestión que escuchamos de diversas personas y en diversos lugares. La gran preocupación de padres y abuelos de "¿Qué mundo dejamos a nuestros hijos"? La conclusión de D.Leopoldo Abadía es demoledora. En vez de preocuparnos por el mundo, ¿por qué no nos preocupamos directamente por nuestros hijos? ¿Les estamos dando la suficiente y la correcta educación? ¿Les estamos formando adecuadamente? ¿Qué hacemos y qué dedicación tenemos con nuestros hijos? Quizás lo que deberíamos preguntarnos sería....¿Qué hijos dejamos a este mundo?

Les dejo con el artículo completo:

"Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que “Dios les coja confesados”.

Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación.

En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?” Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya está crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?”


Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: “¡y a mí, ¿qué me importa?!” Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.


Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.

Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz…y me exigieron mucho.


Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:

1. La guerra civil española
2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam

6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!

Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.


Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.


A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,…Lo que por ahí se llama “buena gente”.


Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano. (Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas.)

Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos…En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.


Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.


Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.
Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.

P.S.

1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.

3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles
."

LEOPOLDO ABADÍA

martes, 1 de noviembre de 2011

El Tenorio y los Fieles Difuntos

Aquí, en España, la vispera del día de los Fieles Difuntos (2 de Noviembre), o sea El día de Todos los Santos (el día 1), lo que siempre se ha hecho, ha sido visitar los cementerios, hacer sufragios por nuestros difuntos, ir a misa, pasear, comer huesos de santo y castañas asadas, hacer buñuelos en familia y ver el Tenorio de D. José Zorrilla.

Esta última de las costumbres antes mencionadas que tanto poso de cultura ha dejado generación tras generación, primero se realizó acudiendo a teatros y corralas, o a representaciones populares en plazas y otros lugares públicos y después viendolo en televisión, en un acontecimiento que se repetía todos los años. Lo mismo que nos aprendíamos lo de "Con cien cañones por banda de Espronceda, todo el mundo nos sabíamos lo de "No es verdad, angel de amor....." en su letra original o en alguna de sus variantes "humorísticas" que eran muchas (y es que antes de la ESO hacíamos los chistes con los grandes de la literatura. Nivelazo).

Ver el Tenorio el día de Todos los Santos o el própio día 2, se convirtió en una costumbre irrenunciable como la de ver una película de romanos o santos en Semana Santa o "Que bello es vivir" y "La gran familia" en Navidad.

Luego esa tradición se fue perdiendo poco a poco, porque ya se sabe que todas estas cosas que tienen una buena moraleja cristiana pues no es políticamente correcto que la fomente el Estado Público laicista y todas esas gaitas, y nos quedamos con el halloween (mucho más profundo y cultural) y las películas de Tim Burton.

El año pasado mi mujer y yo nos regalamos un viajecito a Almagro y alrededores en este puente por nuestro aniversario y fuimos a ver la vispera de "Todos Los santos" el Tenorio en el Corral de Comedias. Una gozada. Emocionantísimo. Una experiencia para volver a repetir y por supuesto para recomendar (que es lo que hago). Ver la inmortal obra de Zorrilla en aquel lugar, un marco incomparable que ha llegado hasta nuestros días desde el siglo de Oro, es algo inenarrable.

Pero bueno, para los que no podamos ir todos los años al teatro, nos conformaremos con alguna de sus adaptaciones al cine o la televisión.

Les dejo en la Lucerna la que está considerada como una de las mejores interpretaciones emitidas en televisión del D. Juan de Zorilla.
Se trata de la versión emitida en TVE el 2 de Noviembre 1966 en el mítico programa de teatro "Estudio 1".

Magistral la recordada interpretación de Paco Rabal que ha pasado a la historia de nuestra televisión.
Junto a él Concha Velasco como Dña Inés y otros grandes de nuestras artes escénicas como Fernando Guillén y Juanjo Menedez.

Os animo a verla. Que la disfruten.

D. JUAN TENORIO. PARTE 1 DE 9



D. JUAN TENORIO. PARTE 2 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 3 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 4 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 5 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 6 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 7 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 8 DE 9


D. JUAN TENORIO. PARTE 9 DE 9. ACTO FINAL



sábado, 22 de octubre de 2011

450 ANIVERSARIO DEL DESCENDIMIENTO DEL SEÑOR EN GRANADA

La Hermandad Pontificia y Real Cofradía y Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Descendimiento del Señor, la tradicional Cofradía de "Las Chías", con sede en el Monasterio de San Jerónimo, está de enhorabuena, y con ella toda Granada. Porque aunque esta Hermandad tenga un moderna refundación en 1925, su origen se remonta 450 años atrás, a 1561, año en que se fundó la primitiva Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Entierro de Cristo en el convento de Carmelitas Descalzas de Nuestra Señora de la Cabeza, en el edificio que hoy es el Ayuntamiento de Granada, convirtiendose en la tercera Hermandad de Granada, junto a la de Las Angustias y la de la Vera Cruz.

Para celebrarlo, la Hermandad ha organizado una serie de actos y actividades cuyo momento culmen, sin duda alguna, será la salida extraordinaria de Nuestra Señora de la Soledad de hoy sábado.

En 2010 tuve el honor de que el recordado y querido José Luis Clements (D.e.p.) me propusiera para presentar la revista Gólgota de esa Cuaresma, y que la Real Federación de Hermandades y Cofradías aceptara tal propuesta. Aquel número tenía por portada una mágnifica estampa de Nuestra Señora de la Soledad frente al impresionante retablo de San Jerónimo.

Desde la Lucerna, y uniendome a los actos de la Hermandad, y como homenaje a esta, quiero reproducir las líneas de aquella presentación de Gólgota en las que ensalzaba y mostraba aquella espléndida portada con tan bella estampa.

"Y quiero concluir con la instantánea de Nuestra Señora de la Soledad de San Jerónimo que brilla en la portada de esta revista. Y quiero concluir con este magnífico pórtico que nos ofrece Gólgota, extraordinaria imagen de Antonio Guzmán Úbeda, porque justo aquí, donde yo lo dejo, ustedes comenzarán a disfrutar de la revista que aquí presentamos ahora:

El Gólgota se queda a oscuras, llegó la hora marcada

la Virgen toma en sus manos, manos de amor enlazadas

los clavos que sujetaban al Hijo en su cruz alzada.

Sonó un silencio en el alma, y el alma quedó entregada

a un repicar de campanas, mudas de llanto y de calma

y mudas se van rezando, descienden sobre Granada,

junto a Dios muerto, donado,

Pasión y amor que se escapa,

de todo entendimiento humano.

¿No veis llorando en tinieblas, perlas a mi Madre amada?

¿No veis ese corazón partido, con esa daga clavada

que se sumerge en el alma, dando y sin esperar nada?

Sin más palio que este cielo, te quedas Soledad callada,

mirando cómo se llevan en un lienzo

tu heredad, tu Hijo, tu Dios, corazón,

amor que rompe lo humano

mientras te quedas rezando,

manos de amor enlazadas.

Los ángeles le han tejido, palio en dorado bordado,

y sus hijos le saludan con salves para confortarla.

El llamador se levanta, por Ella es esta llamada.

Madre de Dios, Soledad, Madre de Dios entregado.

Soledad, Reina Jerónima, Soledad, ¿perdiste a tu Hijo amado?

La noche sólo es un tránsito,

Cristo duerme entre tus sueños, volviendo resucitado.

Amor de Madre entregada, corazón de amor que brota

Sagrario de Cristo en tu alma, llaga que no se derrota

fe que en tu interior clama ,

en un rezo al corazón, en una lágrima ensoñada,

en una espina dormida, en unos clavos de plata,

en un rezo de esperanza, en una amargura dada,

en una mirada de fe, en un clamor que me empapa,

de tristeza y de pobreza, de confianza y de calma,

porque eres Madre de Cristo, Madre que en todo está dada,

tu vida, tu amor, y tu Hijo,

manos de amor enlazadas.

Soledad,

alma de amor que explota

Reina que en silencio queda,

a las puertas de este Gólgota."


Mi más sentida enhorabuena a la Hermandad y a todos su hermanos por esta conmemoración.


lunes, 10 de octubre de 2011

¿Cómo reconocer qué es justo y qué es injusto?

Me vais a permitir que en esta entrada no diga nada por mi parte (o casi nada). Acabo de leer el discurso de S.S. Benedicto XVI ante el Parlamento alemán en su reciente visita a su patria, y nuevamente me he quedado maravillado con la sabiduría de nuestro Papa. Quizás pueda parecer un texto en algunos momentos complicado para alguien no docto en el lenguaje jurídico (especialmente lo relativo al positivismo), pero es entendible por todos y merece la pena hacer un esfuerzo por leerlo. Se trata de un texto para leer despacio, para saborear y sacar conclusiones. En una época con tanta "indignación" contra la clase política y nuestra democracia actual, Benedicto XVI nos habla de qué es y qué debe ser un político. De cuales deben ser sus aspiraciones y sus ideales. Desgrana la diferencia entre "derecho verdadero y derecho aparente", y nos habla de la democracia verdadera. Y define lo que es justo de lo que no lo es. Interesantísimas las aportaciones sobre la "ecología del hombre" y sobre el "patrimonio cultural de Europa". Que lo disfruten tanto como yo.


"Ilustre Señor Presidente. Señor Presidente del Bundestag. Señora Canciller Federal. Señor Presidente del Bundestag. Señoras y Señores.

Es para mi un honor y una alegría hablar ante está Cámara alta, ante el Parlamento de mi Patria alemana, (...).

Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este importante momento? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? Nada pide de todo esto. Suplica en cambio: "Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal" (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que debe ser importante en definitiva para un político. Su criterio último y la motivación para su trabajo como político no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, que de por sí le abre la posibilidad a la actividad política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. "Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?", dijo en cierta ocasión San Agustín.

Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra el derecho; cómo se ha pisoteado el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente. El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede, por decirlo así, hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos que sean hombres. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.

Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación. En el siglo III, el gran teólogo Orígenes justificó así la resistencia de los cristianos a determinados ordenamientos jurídicos en vigor: "Si uno se encontrara entre los escitas, cuyas leyes van contra la ley divina, y se viera obligado a vivir entre ellos…, con razón formaría por amor a la verdad, que, para los escitas, es ilegalidad, alianza con quienes sintieran como él contra lo que aquellos tienen por ley…".

Basados en esta convicción, los combatientes de la resistencia han actuado contra el régimen nazi y contra otros regímenes totalitarios, prestando así un servicio al derecho y a toda la humanidad. Para ellos era evidente, de modo irrefutable, que el derecho vigente era en realidad una injusticia. Pero en las decisiones de un político democrático no es tan evidente la cuestión sobre lo que ahora corresponde a la ley de la verdad, lo que es verdaderamente justo y puede transformarse en ley. Hoy no es de modo alguno evidente de por sí lo que es justo respecto a las cuestiones antropológicas fundamentales y pueda convertirse en derecho vigente. A la pregunta de cómo se puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha cuestión se ha hecho todavía más difícil.

¿Cómo se reconoce lo que es justo? En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados en modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres. Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios. Así, los teólogos cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que se había formado en el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se produjo un encuentro entre el derecho natural social desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano. De este contacto, nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad. A partir de este vínculo precristiano entre derecho y filosofía inicia el camino que lleva, a través de la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico del Iluminismo, hasta la Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 "los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo".

Para el desarrollo del derecho, y para el desarrollo de la humanidad, ha sido decisivo que los teólogos cristianos hayan tomado posición contra el derecho religioso, requerido de la fe en la divinidad, y se hayan puesto de parte de la filosofía, reconociendo la razón y la naturaleza en su mutua relación como fuente jurídica válida para todos. Esta opción la había tomado ya san Pablo cuando, en su Carta a los Romanos, afirma: "Cuando los paganos, que no tienen ley [la Torá de Israel], cumplen naturalmente las exigencias de la ley, ellos… son ley para sí mismos. Esos tales muestran que tienen escrita en su corazón las exigencias de la ley; contando con el testimonio de su conciencia…" (Rm 2,14s). Aquí aparecen los dos conceptos fundamentales de naturaleza y conciencia, en los que conciencia no es otra cosa que el "corazón dócil" de Salomón, la razón abierta al lenguaje del ser. Si con esto, hasta la época del Iluminismo, de la Declaración de los Derechos humanos, después de la Segunda Guerra mundial, y hasta la formación de nuestra Ley Fundamental, la cuestión sobre los fundamentos de la legislación parecía clara, en el último medio siglo se dio un cambio dramático de la situación. La idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término. Quisiera indicar brevemente cómo se llegó a esta situación. Es fundamental, sobre todo, la tesis según la cual entre ser y deber ser existe un abismo infranqueable. Del ser no se podría derivar un deber, porque se trataría de dos ámbitos absolutamente distintos. La base de dicha opinión es la concepción positivista, adoptada hoy casi generalmente, de naturaleza y razón. Si se considera la naturaleza – con palabras de Hans Kelsen - "un conjunto de datos objetivos, unidos los unos a los otros como causas y efectos", entonces no se puede derivar de ella realmente ninguna indicación que sea de modo algúno de carácter ético. Una concepción positivista de la naturaleza, que comprende la naturaleza en modo puramente funcional, como las ciencias naturales la explican, no puede crear ningún puente hacia el Ethos y el derecho, sino suscitar nuevamente sólo respuestas funcionales. Sin embargo, lo mismo vale también para la razón en una visión positivista, que muchos consideran como la única visión científica. En ella, aquello que no es verificable o falsable no entra en el ámbito de la razón en sentido estricto. Por eso, el ethos y la religión se deben reducir al ámbito de lo subjetivo y caen fuera del ámbito de la razón en sentido estricto de la palabra. Donde rige el dominio exclusivo de la razón positivista – y este es en gran parte el caso de nuestra conciencia pública – las fuentes clásicas de conocimiento del ethos y del derecho quedan fuera de juego. Ésta es una situación dramática que interesa a todos y sobre la cual es necesaria una discusión pública; una intención esencial de este discurso es invitar urgentemente a ella.

El concepto positivista de naturaleza y razón, la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana, a la cual de modo alguno debemos renunciar en ningún caso. Pero ella misma, en su conjunto, no es una cultura que corresponda y sea suficiente al ser hombres en toda su amplitud. Donde la razón positivista se retiene como la única cultura suficiente, relegando todas las otras realidades culturales a la condición de subculturas, ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad. Lo digo especialmente mirando a Europa, donde en muchos ambientes se trata de reconocer solamente el positivismo como cultura común o como fundamento común para la formación del derecho, mientras que todas las otras convicciones y los otros valores de nuestra cultura quedan reducidos al nivel de subcultura. Con esto, Europa se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales. La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los "recursos" de Dios, que transformamos en productos nuestros. Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo.

Pero ¿cómo se lleva a cabo esto? ¿Cómo encontramos la entrada a la inmensidad, o la globalidad? ¿Cómo puede la razón volver a encontrar su grandeza sin deslizarse en lo irracional? ¿Cómo puede la naturaleza aparecer nuevamente en su profundidad, con sus exigencias y con sus indicaciones? Recuerdo un fenómeno de la historia política reciente, esperando no ser demasiado malentendido ni suscitar excesivas polémicas unilaterales. Diría que la aparición del movimiento ecologista en la política alemana a partir de los años setenta, aunque quizás no haya abierto las ventanas, ha sido y es sin embargo un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni relegar, porque se percibe en él demasiada irracionalidad. Gente joven se dio cuenta que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones. Es evidente que no hago propaganda por un determinado partido político, nada me es más lejano de eso. Cuando en nuestra relación con la realidad hay algo que no funciona, entonces debemos reflexionar todos seriamente sobre el conjunto, y todos estamos invitados a volver sobre la cuestión sobre los fundamentos de nuestra propia cultura. Permitidme detenerme todavía un momento sobre este punto. La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar todavía seriamente un punto que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe también la ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana.

Volvamos a los conceptos fundamentales de naturaleza y razón, de los cuales habíamos partido. El gran teórico del positivismo jurídico, Kelsen, a la edad de 84 años – en 1965 – abandonó el dualismo de ser y de deber ser. Había dicho que las normas podían derivar solamente de la voluntad. En consecuencia, la naturaleza podría contener en sí normas sólo si una voluntad hubiese puesto estas normas en ella. Esto, por otra parte, supondría un Dios creador, cuya voluntad ha entrado en la naturaleza. "Discutir sobre la verdad de esta fe es algo absolutamente vana", afirma a este respecto. ¿Lo es verdaderamente?, quisiera preguntar. ¿Carece verdaderamente de sentido reflexionar sobre si la razón objetiva que se manifiesta en la naturaleza no presuponga una razón creativa, un Creator Spiritus?

A este punto, debería venir en nuestra ayuda el patrimonio cultural de Europa. Sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico.


Al joven rey Salomón, a la hora de asumir el poder, se le concedió lo que pedía. ¿Qué sucedería si nosotros, legisladores de hoy, se nos concediese formular una petición? ¿Qué pediríamos? En último término, pienso que, también hoy, no podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así establecer un verdadero derecho, de servir a la justicia y la paz.

Gracias por su atención."

Discurso de Benedicto XVI en el Parlamento alemán. 22 de Septiembre de 2011


BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II

BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II
1 de Mayo de 2011

Año de la Fe 2012-2013