
Del artículo de Gólgota: DIOS
ES AMOR
“Annuntio vobis gaudium magnum; habemus Papam:
Eminentissimum ac Reverendissimum
Dominum,Dominum Josephum....”
El día 19 de Abril de 2005 el cardenal protodiácono, el
chileno Jorge Arturo Medina Estévez, comenzaba con estas palabras a revelar al
mundo quien era el nuevo Papa, quien era aquel que iba a relevar al que ya
muchos llamaban como Juan Pablo II el Grande.
Se había asomado, precedido de la cruz al Balcón de la Bendiciones que
preside la Plaza
de San Pedro del Vaticano, y al proclamar el nombre de José (“Josephum”), todos
ya sabíamos que el nuevo Papa era el cardenal Ratzinger. Y así prosiguió el
protodiácono, declamando la identidad completa de aquel que había dejado de ser
“Eminencia” para ser “Su Santidad”:
Sanctae
Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger qui sibi nomen imposuit Benedictum XVI

Hablé poco
después con el sacerdote que me casó, con mi amigo Juan Carlos Navarro y me
dijo que él creía que sería un buen Papa y que además sería un Papa que
aguardaba grandes y gratificantes sorpresas para la cristiandad.
Y tengo que
reconocer que a partir de esa conversión de José Ratzinger en Benedicto XVI
todo fueron sorpresas….. y buenas.
El lobo que
nos habían vendido, se había convertido en el pastor de los cristianos. Los
titulares de la prensa, al ver sus primeras apariciones, y sus primeras
declaraciones ahora decían “El que llamaban rottweiler ha resultado ser un buen
Pastor Alemán”.
Salvo
determinados sectores poco favorables con la Iglesia, todos empezaron a ver en ese rostro
tímido que se asomó sobre el todavía tapiz pontifical de Juan Pablo II el 19 de
Abril, un papa bueno, lleno de bondades y con ilusión por hacer la Voluntad de Dios.
Los ojos
cansados, pero ilusionados, tímidos, pero llenos de fuerza del Espíritu que nos
miraban con agradecimiento, humildad y sencillez desde la loggia del Vaticano
aquella tarde, nada tenían que ver con los ojos que nos habían vendido.

Su anterior cargo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había dado una imagen del
ahora Papa Benedicto XVI de hombre severo, atento a cuestiones meramente
doctrinales, y encargado de la ortodoxia de la fe y de la teología, pero que en
cuanto hablábamos con personas de Iglesia que habían leído sus escritos y
libros y habían seguido su trayectoria personal y pastoral nos hablaban de una
de la mentes intelectuales más prodigiosas de nuestro tiempo, uno de los
grandes pensadores de la actualidad. Y al verlo salir a ese balcón, con un
rostro que reflejaba ese deseo de dar lo mejor de sí mismo para llevar la Voluntad de Dios en medio
de la Iglesia. Al
ver esas manos, faltas de experiencia en el saludo, que se alzaban llenas de
ilusión dando gracias y bendiciendo, al ver esos ojos llenos de sencillez y al
escuchar sus primeras palabras llenas de humildad y de amor de Dios, vimos como
se nos caían muchos prejuicios y además de un gran intelectual encontrábamos un
hombre con un buen corazón y lleno de Cristo.
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