Séptima
Palabra
"Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)
"Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.
Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.»
Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.
Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.
Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.
Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,
Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto."
"Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.
Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo.»
Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.
Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.
Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.
Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,
Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto."
A su eterno
Padre, ya el espíritu encomienda;
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?
En las tuyas
desde ahora
mi alma pongo, Jesús mío;
guardaría allí yo confío
para mi última hora.
mi alma pongo, Jesús mío;
guardaría allí yo confío
para mi última hora.
Señor y
Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste
la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu,
para inclinar después la cabeza y morir ; ten piedad de todos
los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando
llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima
sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi
vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad
con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade,
siempre mi alma en tus manos.
Señor pequé,
Ten piedad y misericordia de mí.
Oración
Final
1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria
Fuente:
Churchforum.org
Imágenes: Cristo de Velázquez (Montaje de "Pequeña Escuela de Oración")
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