Ha concluido la primera semana de Pascua, que la Iglesia la considera como un sólo Domingo, liturgicamente hablando, y
ya comenzamos a tener en el corazón y el sentimiento el sabor dulce de sus dones.
Dios ha resucitado, y tras este Gran Domingo que dura 50 días, vendrán los Dones de su
Espíritu tal y como nos había prometido.
La Pascua para el Cofrade no es, o no debe ser, el final de la Semana Santa. Sino la culminación de esta. Entender esto es entender nuestra realidad cristiana. Comprender que estamos en el cenit de nuestras celebraciones es recordar la importancia de la Resurrección.
La Pascua para el Cofrade no es, o no debe ser, el final de la Semana Santa. Sino la culminación de esta. Entender esto es entender nuestra realidad cristiana. Comprender que estamos en el cenit de nuestras celebraciones es recordar la importancia de la Resurrección.
Porque la resurrección es el
principio y el final de nuestro “ser cristianos”, de nuestro “ser cofrades”. Es
el tiempo de pasar del hombre viejo al Hombre Nuevo. De revestirnos de una
nueva forma de ser. De ser más auténticos y más bienaventurados. Porque
comprender el sentido de la
Pascua es saber vivir siendo un cristiano. La
Pascua es la esperanza nueva que nos llega tras el dolor y el
sufrimiento. Es la resurrección tras la muerte. Es la vida tras la agonía. Ser cofrade
es saber que siempre hay un final feliz tras el túnel del dolor. Es vivir con
paz los momentos amargos, como Cristo los vivió. Es caer y levantarse, para
seguir caminando, aunque en el horizonte sólo veamos nuestra cruz. Porque vivir
la Pascua es
vivir.
Podemos vivir pensando que
todo en la vida es Pasión. Y entonces nos quedaremos en la cruz y el dolor,
pensando que la vida es simplemente “un valle de lágrimas”. Probablemente,
entonces, no habremos descubierto en
nuestra existencia la completa realidad del ser cristianos.
Esto es la Pascua. No un bonito
cuento de hadas que acaba en final feliz. Sino la esperanza del que vive
confiando en Dios.
Pero la Pascua no es tal sin la transformación
personal. ¿Qué ocurrió para que los apóstoles cambiaran de una forma tan radical
sus vidas? ¿Qué pasó para que salieran del miedo y el temor y abrieran las
ventanas de sus vidas para anunciar el Evangelio por todos los rincones de su existencia?
¿Que ocurrió para que dejaran de un lado el dolor que sentían y lo transformaran
en vida? Lo que pasó, fue Cristo Resucitado junto a ellos. Hicieron suya la
experiencia de la
Resurrección. Comenzaron a vivir según la Pascua Cristiana,
según la experiencia de la victoria de la Vida sobre la Muerte. Supieron ver que tras las nubes, tras aquella negra tormenta estaba la luz cálida de Dios.
Y para lograr esto hay que
vivir con valentía. Hay que optar por el “sí”, hay que lanzarse al abismo, con
la seguridad de que es Dios quien nos protege para que no demos el batacazo.
María es nuestra esperanza. Es el ejemplo a seguir en esta Pascua. Acerquémonos a Ella, encomendemosnos a Ella, hagamos nuestra su oración y su vida. Porque cuando todos dudaban, cuando todos creían que todo aquello no había sido más que una ilusión, una utopía fracasada, Ella fue la única que sabía que nada termina en la cruz, que la cruz tan sólo era el camino hacia la alegría de la Resurrección.
La mayoría somos como el apostol Tomás. Necesitamos ver, sentir constantemente. Pero no nos desesperemos, no caigamos en el desánimo por nuestra falta de fe y de confianza tantas veces. Es una gracia ser como Sto. Tomás. Porque al final, en sus dudas, en sus inseguridades no dejaba de buscar a Cristo. Y el que busca a Cristo Resucitado, antes o después lo encuentra. Como Tomás. Y una vez encontrado da la vida por Él, como Tomás. No somos perfectos, y eso Cristo lo sabe. Por eso, una y otra vez se pone a nuestro lado y nos abre sus brazos para que nos encontremos con ÉL.
La Pascua ha llegado. Dios siempre está a nuestro lado trayendonos su Vida. Es sal que sala, luz que brilla.
¿No sientes ese fuego dentro de tí que quiere salir? Confía, espera, cierra los ojos y lánzate a los brazos de Cristo.
La piedra de nuestro sepulcro ya ha sido removida por Dios. ¿A qué esperamos para salir a la Luz?
María es nuestra esperanza. Es el ejemplo a seguir en esta Pascua. Acerquémonos a Ella, encomendemosnos a Ella, hagamos nuestra su oración y su vida. Porque cuando todos dudaban, cuando todos creían que todo aquello no había sido más que una ilusión, una utopía fracasada, Ella fue la única que sabía que nada termina en la cruz, que la cruz tan sólo era el camino hacia la alegría de la Resurrección.
La mayoría somos como el apostol Tomás. Necesitamos ver, sentir constantemente. Pero no nos desesperemos, no caigamos en el desánimo por nuestra falta de fe y de confianza tantas veces. Es una gracia ser como Sto. Tomás. Porque al final, en sus dudas, en sus inseguridades no dejaba de buscar a Cristo. Y el que busca a Cristo Resucitado, antes o después lo encuentra. Como Tomás. Y una vez encontrado da la vida por Él, como Tomás. No somos perfectos, y eso Cristo lo sabe. Por eso, una y otra vez se pone a nuestro lado y nos abre sus brazos para que nos encontremos con ÉL.
La Pascua ha llegado. Dios siempre está a nuestro lado trayendonos su Vida. Es sal que sala, luz que brilla.
¿No sientes ese fuego dentro de tí que quiere salir? Confía, espera, cierra los ojos y lánzate a los brazos de Cristo.
La piedra de nuestro sepulcro ya ha sido removida por Dios. ¿A qué esperamos para salir a la Luz?
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