lunes, 5 de julio de 2010

SÍ A LA VIDA

Qué mejor que hablar hoy que entra en vigor la triste nueva ley del aborto, del inicio de la vida, de la defensa de un ser humano indefenso que desde la concepción es ya una realidad única, y de cómo Dios nos mima desde el inicio de nuestros días en el seno materno, como lo hizo con el nacimiento de su Hijo, tras su encarnación, en el seno de una familia muy humilde, joven y llena de problemas y dificultades que afrontar, como eran María y José.

Cuando comencé a pensar en esta entrada le di muchas vueltas a cómo plantear el tema, porque eran muchas las cosas que se podían decir a favor de la vida, y especialmente de la vida de aquellos que son víctimas de este crimen. Argumentos científicos, sociales, psicológicos…

Sería importante plasmar, pensé, en este artículo argumentos como los del Doctor en Comunicación Biomédica, Enrique Sueiro, que indica cómo “los avances científicos revelan evidencias, poco conocidas por el público general, del proceso biológico natural del cuerpo de la embarazada. Así, se produce una especie de diálogo molecular desde el primer momento entre el embrión y la mujer que permite que, a pesar de ser algo extraño a la madre, las defensas naturales no se activen. O que “El ser fecundado, desde el inicio, es un individuo irrepetible, dotado de una estructura genética única, programada por el ADN, distinta a la de la madre.”

O los muy nombrados datos de la prestigiosa revista científica Nature donde se dan a conocer detalles del embrión de solo un día que indican que guardamos memoria, etiquetas, de nuestro primer día que marcan el resto de nuestra vida, confirmando que en los 46 cromosomas del óvulo fecundado (23 del padre y 23 de la madre) están ya inscritas todas las características del individuo: sexo, talla, color de los ojos y de los cabellos, forma del rostro y hasta temperamento. (“Your destiny, from day one”, Nature).

O como “al decimoctavo día de vida (cuatro después de la falta de la regla) empieza a formarse el cerebro. Su minúsculo corazón late desde el día 21. A los 45 días, el embrión mide 17 milímetros de largo. Tiene manos, pies, cabeza, órganos y cerebro, pudiéndose registrar ondulaciones en el electroencefalograma. A los 60 días de la falta, funciona ya su sistema nervioso. Después de la concepción, no hay un paso del no ser al ser humano. La vida humana está siempre en despliegue.” (Dr. Juan Cruz Cruz)

Sin embargo, el principal argumento, como cristiano, lo encontré un domingo en Misa al escuchar la Palabra de Dios. Atento aquel domingo escuché el Evangelio correspondiente, el del joven rico. El pasaje en que un joven potentado le pregunta a Jesús “Maestro bueno, qué he de hacer para alcanzar la Vida eterna?” (Mc 10, 17ss). La respuesta de Jesús es conocida por todos pero aquel día en su homilía el sacerdote subrayó otro aspecto de ese Evangelio; La actitud amorosa de Cristo ante este hombre, conocedor de sus debilidades y de sus deseos. Antes de responder Cristo a esta pregunta, el evangelista Marcos señala que “Jesús, fijando en él su mirada, lo amó” (Mc 10, 21). Y entonces, como una ráfaga de luz vi claramente aquello que era lo más doloroso del aborto. Que esa mirada de amor de Cristo, de Dios, que desde el primer momento de nuestros días, desde la propia concepción, recibimos, esa mirada, será la única que recibirán esos niños, junto con la de la Virgen María y los santos del cielo. Que todo el proyecto de vida y de amor que Dios pone en cada ser humano desde su propia concepción, (“que desde el seno de mi madre me eligió y me llamó por su gracia.” Gálatas 1,15), se verá truncado.

Es maravilloso el Salmo 139, con respecto a esto. Y si hace tiempo que no lo han leído, les animo desde aquí a que hagan su próxima oración meditándolo. ¿Qué mejor que la Palabra de Dios para explicar cómo desde el momento cero de la concepción ya somos una realidad única, en la que Dios pone todo su amor y toda su esperanza, como luego la pondrán sus propios padres?

“Porque tú formaste mis entrañas;
me has tejido en el vientre de mi madre.Te alabaré; prodigio soy, prodigiosas son tus obras;
Mis huesos no se te ocultaban
cuando era formado en lo secreto.
Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro están inscritos los días que me has fijado
sin que aún exista el primero.” SALMO 139

Y así me vino a la cabeza la sonrisa de mis niños cuando estoy con ellos y cómo mutuamente nos miramos con ese mismo amor con que nos mira Cristo. Y el momento en que de noche, cuando ya llevan acostados un buen rato, me acerco a ellos en silencio a taparlos y a darles ese beso de buenas noches, y los ves tan frágiles, allí dormidos, tan inocentes ante todo. Y los miras con todo el amor del mundo mientras les sueltas un susurrante “te quiero. Buenas noches” que escuchan en sus sueños. Y supongo que así será la mirada protectora y amorosa que tiene Dios con aquellos niños que se encuentran todavía en el vientre materno. Y me emocioné por aquellos que no recibirán esos besos, ni esas caricias, ni esas miradas de amor de padres, abuelos, familia…. Y también por aquellos que dejaron de entregarlas, que prefirieron seguir con sus vidas “sin complicarse” o “sin complicarlas más”, rechazando la bendición que Dios ya les estaba regalando.

Muchas cosas más me gustaría reflejar en este artículo, como la gran responsabilidad en este asunto que tiene la sociedad que no ayuda lo suficiente a esas madres embarazadas escasas de recursos a o los padres o familias que no educan a sus hijos en la cultura del amor proporcionándoles una educación sexual sesgada y mutilada, falta de valores, donde lo importante es “hagas lo que hagas, no te quedes embarazada”, situándoles en una situación de soledad o miedo que los aboca a la negación de sus propios hijos. O la implicación que tenemos que tener todos a favor de la vida, apoyando a la mujer y la maternidad y resistiendo con la fuerza del amor de Cristo ante la cultura de la muerte.
Porque como decía Juan Pablo II en Polonia, viendo el horror del nazismo “Si nos alejamos de Dios, ¿quién nos garantiza que un día un poder humano no reivindique de nuevo el derecho a decidir qué vida humana vale y cuál no vale?”.

El derecho a la vida de un ser humano es siempre superior a cualquier otro derecho, porque en base a la vida, disfrutamos del resto de derechos. “El respeto a la vida es fundamento de cualquier otro derecho, incluidos los de la libertad.” (Juan Pablo II). Y ninguna justificación de cualquier otro tipo, puede ser superior a la de la vida de un ser humano. Por eso la defensa de la vida no es una cuestión de derechas o de izquierdas, de feministas o de no feministas, de hombres o de mujeres, de adultos o de jóvenes. Es una cuestión de amor y de justicia.

Aquel día, cuando salí de la Eucaristía, entré en la sacristía para saludar al sacerdote, dado que es un buen amigo mío, y allí, en un tablón que había junto a los salones parroquiales vi una frase que se me quedó grabada. En un folio en blanco sujetado por unas chinchetas, y junto a un dibujo de una mujer embarazada cuyo vientre estaba traslúcido y se podía ver el feto, estaba escrito lo siguiente: “¿Sabes de dónde saca fuerzas una mujer para no abortar? DE DENTRO, DE MUY ADENTRO”.

Pero también toda madre, toda familia, tiene que tener el pleno apoyo y todo el amor de aquellos que nos llamamos cristianos y del resto de la sociedad, para ayudarles con aquellos problemas sociales, económicos o personales que tengan ante la venida de un hijo. Por eso quiero dar desde aquí mi enhorabuena a iniciativas ciudadanas como RedMadre.

Porque como decía Chesterton:
“SI DE VERDAD VALE LA PENA ALGO, VALE LA PENA HACERLO A TODA COSTA.”

2 comentarios:

monaguillo dijo...

Solo decirte que había preparado una entrada para el Convento alusiva a este triste día para la vida que hoy se celebra... pero que leido lo leido, es redundante.

NO SE PUEDE DECIR NI MEJOR, NI MÁS CLARO. Ganas tengo de nuevo de acabar mi jornada de trabajo para llegar a casa y esperar a que Candela se me abrace a las piernas dandome un "ay". Fantástica entrada, hermano.

Angel Henares dijo...

Gracias a ti. Una pena que los que legislan no piensen igual.

BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II

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1 de Mayo de 2011

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