Y lo ha sido a pesar del calor sofocante, la máxima anual, de estos días en Madrid. A pesar de la tormenta y la tromba de agua de la Vigilia del sábado. A pesar de ser el periodo vacacional estrella del año. Un éxito a pesar de un gobierno que no ha tenido más remedio que dar un frio apoyo ante lo grandioso de acontecimiento mundial sin igual. Un éxito a pesar de la oposición de los partidos de izquierda (inmersos todavía, a estas alturas del siglo XXI, en su arcaica, rancia y añeja lucha laicista). Un éxito a pesar de las ridículas razones de esos grupos "anticatólicos" (no símplemente laicistas, dado que no se manifiestan contra musulmanes, budistas o judíos, sino anticatólicos, porque no pueden con nuestra religión, a pesar de disftutar de nuestra cultura).
Un éxito pese a la violencia verbal e intimidatoria de esos apenas 200 manifestantes que querían boicotear el buen ambiente de Madrid estos días. Un éxito a pesar de la Delegación del gobierno en Madrid que permitió una marcha sectaria y provocadora por el mismo lugar dónde se concentraban en un ejercicio ejemplar de civismo, ciudadanía y comportamiento los peregrinos del JMJ. Un éxito a pesar de la actitud de los sindicatos que amagaron con una huelga de metro y en el aeropuerto de la que tuvieron que desistir por el ridículo tan espantoso que iban a hacer.
La JMJ ha sido un éxito de cifras en todos los sentidos. Un éxito porque ha congregado a cerca de dos millones de personas. Un éxito porque se ha celebrado en España la vigilia y la mayor y más Eucaristía de nuestra historia, siendo la mayor concentración católica de nuestro pais (Me ha sorprendido leer en más de un medio que hubo gente que se quedó fuera de Cuatro Vientos porque no cabían más personas el domingo.....increíble).
Un éxito por su organización. Por sus trascendecia mediatica, dado que ha sido seguida en unos 200 paises, por unos 600 millones de espectadores desde que el Papa llegara a Madrid el jueves(lo que supone la misma audiencia de los Juegos Olímpicos o la del mundial de sudáfrica), que han situado a España en el centro de atención informativo del mundo, proporcionando a nuestro pais una imagen envidiable en el exterior. Exito en el beneficio económico y de imagen para Madrid con un incremento de ingresos de más del 30% en hostelería y de casi el 60% en restauración (los comerciantes de Sol y Preciados están igual de contentos que cuando el 15M). Un éxito por sus impresionantes cifras con cerca de 2.000.000 de peregrinos, 14.000 sacerdotes, 800 obispos, 4.500 seminaristas, 30.000 voluntarios, 5.000 periodistas, 197 paises representados....
Un éxito también en el apartado económico, dado que los peregrinos han permitido facturar más de 39 millones de euros en pequeños comercios, según la Confederación de Comercio de Madrid unos 160 millones según la Confederación de empresarios gastados en transporte y hostelería principalmente.Además el Gobierno de la Comunidad de Madrid afirma que esta semana ha supuesto un aumento de unos 150 millones en el PIB de la Comunidad Autónoma.
Pero en medio de tanta cifra, de tanto propósito y despropósito, de tanto dato y tanto número, la JMJ no ha sido un exito a pesar de todo lo anterior, de lo bueno y de lo malo. La JMJ ha sido por encima de todo y ante todo, un éxito por el mensaje de esperanza, de alegría y de paz cristiana que ha transmitido a todo el mundo.
Ha sido un éxito porque todo lo que hemos vivido y profundizado en la fe, en el Evangelio y la oración aquellos que hemos seguido la JMJ allí o desde casa, vale más que todos los datos anteriores. Porque esa imagen de fe y fortaleza que nos ha transmitido nuestro Papa, el Papa de todos, de los que creen y de los que no, porque Jesucristo es de todos, vale por encima de todo. Porque la emoción que hemos vivido estos dias está mucho más allá de toda cifra. Un éxito por el espíritu de conversión y amor que se ha respirado y hemos vivido. Un éxito por cada uno de aquellos que se han confesado en la fiesta del perdón.
Un éxito por la enorme catequesis de amor que nos ha planteado Benedicto XVI estos dias. Un éxito por su mensaje, su altura de miras, su talante y su fortaleza. Un éxito por la firmeza de la fe, arraigada en Cristo, de aquellos que sufrieron el calor, la incomodidad, el polvo, la sed, la lluvia y el viento durante la vigilia. Un éxito por cómo nos sentimos comunidad VIVA en la fe de Cristo viviendo la multitud interminable de Cuatro Vientos en la Santa Misa del domingo. Un éxito por cómo se sentirían aquellos cristianos de Irak, de Pakistan, de India, o Jerusalem al verse en medio de esa multitud de católicos y ver la grandeza de la Iglesia y su unidad. Un éxito porque ha sido autopista de esperanza para todos los católicos de España y del mundo, ante tanta persecución laica, y ante tanto mensaje contradictorio que nos intentan vender.
Y por todo ello, ha sido un éxito, porque aunque tan sólo uno hubiera experimentado esta esperanza, esta fortaleza en la fe, esta ilusión en Cristo, aunque tan sólo uno lo hubiera vivido, hubiera merecido la pena tanto esfuerzo. Porque la Iglesia no se mueve por las cifras ni por los datos, en los que a veces caemos para dar testimonio del poder del Evangelio, sino por el amor de Cristo y de los hermanos, por ese "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio", por ese "ubi caritas, Deus ibi est", por ese "Bienaventurados...." de Jesús.
Porque aunque todos estos datos y toda esta oposición nos haga más fuertes y nos anime el espíritu, la labor de la Iglesia no está para rellenar cifras, sino para llevar el Evangelio y el Espíritu de Cristo a todos los rincones de la Tierra y a todas las almas del mundo. Y eso es precisamente lo que ha hecho, y muy bien la JMJ. Por eso ha sido todo un éxito.
Ha sido un éxito porque todo lo que hemos vivido y profundizado en la fe, en el Evangelio y la oración aquellos que hemos seguido la JMJ allí o desde casa, vale más que todos los datos anteriores. Porque esa imagen de fe y fortaleza que nos ha transmitido nuestro Papa, el Papa de todos, de los que creen y de los que no, porque Jesucristo es de todos, vale por encima de todo. Porque la emoción que hemos vivido estos dias está mucho más allá de toda cifra. Un éxito por el espíritu de conversión y amor que se ha respirado y hemos vivido. Un éxito por cada uno de aquellos que se han confesado en la fiesta del perdón.
Un éxito por la enorme catequesis de amor que nos ha planteado Benedicto XVI estos dias. Un éxito por su mensaje, su altura de miras, su talante y su fortaleza. Un éxito por la firmeza de la fe, arraigada en Cristo, de aquellos que sufrieron el calor, la incomodidad, el polvo, la sed, la lluvia y el viento durante la vigilia. Un éxito por cómo nos sentimos comunidad VIVA en la fe de Cristo viviendo la multitud interminable de Cuatro Vientos en la Santa Misa del domingo. Un éxito por cómo se sentirían aquellos cristianos de Irak, de Pakistan, de India, o Jerusalem al verse en medio de esa multitud de católicos y ver la grandeza de la Iglesia y su unidad. Un éxito porque ha sido autopista de esperanza para todos los católicos de España y del mundo, ante tanta persecución laica, y ante tanto mensaje contradictorio que nos intentan vender.
Y por todo ello, ha sido un éxito, porque aunque tan sólo uno hubiera experimentado esta esperanza, esta fortaleza en la fe, esta ilusión en Cristo, aunque tan sólo uno lo hubiera vivido, hubiera merecido la pena tanto esfuerzo. Porque la Iglesia no se mueve por las cifras ni por los datos, en los que a veces caemos para dar testimonio del poder del Evangelio, sino por el amor de Cristo y de los hermanos, por ese "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio", por ese "ubi caritas, Deus ibi est", por ese "Bienaventurados...." de Jesús.
Porque aunque todos estos datos y toda esta oposición nos haga más fuertes y nos anime el espíritu, la labor de la Iglesia no está para rellenar cifras, sino para llevar el Evangelio y el Espíritu de Cristo a todos los rincones de la Tierra y a todas las almas del mundo. Y eso es precisamente lo que ha hecho, y muy bien la JMJ. Por eso ha sido todo un éxito.